La vorágine de la violencia que se ha desatado en el país luego del Referéndum Revocatorio, ha generado decenas de heridos y parece que un compatriota ya ha perdido la vida en El Porvenir en el Departamento de Pando, un muerto más de esta locura colectiva.
La sociedad boliviana se ha vuelto insensible ante el dolor humano, ya no nos duele la pobreza lacerante que deambula por ciudades y campos, 64% de la población boliviana vive bajo niveles de pobreza y de esos pobres, un 32% conforma el ejercito de los parias, los pobres entre los pobres.
A la pobreza se la utiliza para justificar el canibalismo político y para movilizar a los harapientos con fines mezquinos e irresponsables. El colonialismo sigue vigente en las acciones del Gobierno y de la oposición, ambos utilizan a los pobres como carne de cañón, no para elevar el nivel de vida de los que más necesitan.
Los heridos y los muertos se han convertido en bandera política y no los sentimos como seres humanos que sufren las consecuencias de las heridas o sufrieron una muerte violenta, son estadísticas para justificar la locura colectiva producto del canibalismo político.
La pacificación del país es un imperativo nacional, el Gobierno, como el principal órgano del Estado tiene la obligación de iniciar este proceso y la oposición debe acudir a ese llamado.
Ya no se trata de un diálogo, se debe iniciar la negociación entre las partes en conflicto, una negociación que debe culminar necesariamente con un resultado positivo, que incluya los intereses de ambas partes. Negociar significa ceder, dar y recibir, no significa imposición de ninguna de las partes.
La fase del diálogo ha sido superada, ahora que la sangre ha comenzado a correr por nuestras calles y nuestros campos se debe negociar.
El gobierno no puede continuar con esa actitud pasiva, esperando que los conflictos se solucionen por cansancio o por inercia. La oposición no puede continuar con las tomas de instituciones estatales, ni con el daño al patrimonio público.
Los únicos que ganan en esta situación son los grupos radicales de ambos bandos, que están utilizando métodos y acciones de corte fascista, que si no se los detiene a tiempo, serán ellos los que nos conduzcan a un mayor enfrentamiento. Los radicales serán los que determinen el acelerado curso de la vorágine del caos y de la violencia. La sangre de los bolivianos es roja, de cambas, de collas, de karas y de taras.
En estos momentos sólo me cabe recordar las famosas palabras del pastor evangélico después de la derrota de la barbarie fascista en Europa, él manifestaba lo siguiente el año 1946:
"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".
Martín Niemöller (1892 – 1984)
EL SILENCIO DE LOS CIUDADANOS ES UN SILENCIO CÓMPLICE DE ESTA LOCURA COLECTIVA PRODUCTO DEL CANIBALISMO POLÍTICO
LEVANTEMOS NUESTRA VOZ DE PROTESTA A TIEMPO ANTE LA VORÁGINE DE LA VIOLENCIA DE LOS GRUPOS FASCISTAS.
¡NI UNA GOTA DE SANGRE MÁS DE BOLIVIANAS Y BOLIVIANOS!
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